lunes, enero 07, 2008
- CRISIS MUNDIAL -
La Argentina ante la crisis
financiera global
Aun no es posible precisar los alcances internacionales de la crisis originada en los Estados Unidos a partir del extendido default de las hipotecas de alto riesgo. El final de lo que puede calificarse como una burbuja inmobiliaria repercutió en el sistema financiero estadounidense y mundial mucho más de lo que podía preverse.
La formación de esa burbuja sólo se explica por el prolongado proceso de crecimiento de la economía norteamericana de los últimos diez años y por la fuerte confianza que hubo en el sostenimiento de esa tendencia. La liquidez del sistema financiero y las muy reducidas tasas de interés encontraron un destino atractivo en los créditos para viviendas. Esto alentó al público a tomarlos y a canalizarlos en la compra de inmuebles, impulsando la demanda y el aumento de sus precios de forma más acentuada que los de otros bienes.
La constante valorización inmobiliaria generó beneficios patrimoniales a los tomadores de los préstamos y tranquilidad a quienes los otorgaban, alentando el ciclo. Las entidades financieras emitieron bonos respaldados por esos créditos hipotecarios, colocándolos en otras entidades o en el mercado nacional e internacional. De esa forma restablecían su capacidad prestable y alimentaban el ciclo. Estas colocaciones alcanzaron una amplia dispersión en grandes bancos, no sólo de los Estados Unidos, sino también de Europa, Japón y otros países. Pero el aumento de la tasa de interés y el retroceso de los valores de las propiedades, en respuesta a la sobreoferta, revirtieron el círculo virtuoso.
Miles de tomadores de préstamos no pudieron hacer frente a sus obligaciones y la mora en las carteras de créditos hipotecarios subió fuertemente. Los bonos respaldados por estas carteras se desvalorizaron y esto comprometió la situación de los bancos, muchos de ellos importantes y con casas matrices en distintos países. La globalización se expuso de esa forma como una vía en los dos sentidos: se extendieron los beneficios, pero también ahora las consecuencias de los problemas originados en países centrales.
La Reserva Federal y el Banco Central Europeo han actuado con rapidez inyectando cuantiosos fondos en los sistemas para darles liquidez y evitar derrumbes que pudieran extenderse como una suerte de efecto dominó. Con ello han evitado consecuencias mayores, aunque no han impedido que muchos bancos enfrentasen problemas de solvencia y hayan tenido que recurrir a vender activos o enajenar parte de su capital. Tampoco se ha podido evitar el impacto macroeconómico que se está traduciendo en una reducción del ritmo de crecimiento de la economía estadounidense y también de la de otros países desarrollados.
La Argentina no está exenta de sufrir las repercusiones de esta crisis internacional, pero hay una justificada expectativa de que sus efectos sean menos sensibles que los ocasionados en otros países. El aumento de la tasa de interés y la búsqueda de destinos más seguros para los flujos financieros son ciertamente una mala noticia para nuestra economía, pero estos efectos están más que compensados por el incremento notable de los precios internacionales de los productos agrícolas y minerales. En el caso de los alimentos, que componen una parte sustancial de nuestras exportaciones y en los que nuestro país tiene aún enorme potencial, el aumento de los precios parece perdurable. El ingreso de millones de personas en dietas alimentarias mejores en China, India y otros países está presionando estructuralmente la demanda. Además, el persistente aumento del precio del petróleo y razones estratégicas están orientando una parte de la producción agrícola a la elaboración de combustibles. Hay fundamentadas razones para proyectar un ciclo largo de buenos precios agrícolas.
De todas maneras, la economía argentina dependerá en gran medida de sus políticas internas. Nuestro destino estará más relacionado con el control de la inflación, junto a la eliminación de las distorsiones de precios ocasionadas por los controles y congelamientos. El costo interno del capital y el aumento de las inversiones responderán en mayor medida a la reducción de los riesgos propios y a la recomposición de las relaciones financieras con el mundo que a las turbulencias internacionales.
En resumen, la crisis internacional de las hipotecas sin duda importa en el marco dentro del cual deberá moverse nuestro país, aunque su efecto debería más que compensarse por los excelentes precios agrícolas. La escalada internacional del precio del petróleo debería ser tomada como una oportunidad para la Argentina, sólo aprovechable si se revisa radicalmente la errónea política de precios y retenciones aplicada a la producción hidrocarburífera. De cualquier forma, el futuro de nuestra economía estará condicionado a la seriedad e idoneidad de nuestras propias políticas.