martes, noviembre 27, 2007
- CIENCIA -
La ciencia como política de Estado
Al tratar de encontrar las causas que permiten enfrentar con exito las amenazas y aprovechar las oportunidades del nuevo orden global, la experiencia mundial enseña que es imprescindible desarrollar capacidades para generar, trasmitir y usar correctamente el conocimiento. Es indiscutible que sin tecnología, cambio técnico y conocimiento no se producen los aumentos en productividad. Por ello resultan auspiciosas la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la designación de Lino Barañao al frente de la cartera, a partir de la etapa gubernamental que comenzará el 10 del mes próximo.
La acertada decisión de la presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner, coincide con una vigorosa recuperación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), iniciada a partir de 2002 con el ingreso masivo de becarios y con el regreso al país de 345 científicos de alto nivel académico. Además, según el "Informe de Gestión 2002-2007", el salario promedio creció un 240 por ciento para las categorías iniciales y un 126 por ciento para las superiores; se multiplicó el registro de patentes y está planificada la construcción de 70 centros de investigación, lo que implicará agregar 130.000 metros cuadrados de superficie para albergar a los nuevos científicos.
Entre los logros destacados en ese lapso, el informe señala que se promovió una mejor distribución de los científicos, tradicionalmente concentrados en el centro del territorio, mediante mecanismos de financiamiento para el traslado y la instalación en centros de menor desarrollo relativo. Asimismo, un programa de apoyo estimuló la incorporación de becarios en las universidades nacionales que tenían muy pocas postulaciones. Este año se están evaluando 150 para formar núcleos de crecimiento en las provincias. Sólo en 2007 se crearon seis centros cientificotecnológicos en Bahía Blanca, Comahue, Córdoba, La Plata, Rosario, Santa Fe y Tucumán.
El Conicet financia el 70 por ciento de las becas de doctorado del país, que en 2009 rondarán las 7500, y luego de la suspensión por falta de recursos en 2002, se decidió volver a ofrecer becas para viajes al exterior a aquellos investigadores que tuvieran una posición estable dentro del sistema; es decir, jóvenes ya incorporados a la carrera.
No menos relevante es el crecimiento de la transferencia tecnológica y la cooperación público-privada, que posibilitó la firma de alrededor de 500 convenios, lo cual permitió aumentar los ingresos por servicios y patentes.
El nuevo ministerio deberá orientarse a retomar los esfuerzos con miras a impulsar un ambiente propicio para la innovación y fomentar esta cultura en la sociedad, a fin de contribuir con los cambios necesarios para insertar al país en los nuevos paradigmas de modelos productivos instalados en un mundo globalizado, basados fundamentalmente en la valoración del talento y en el desarrollo cientificotecnológico. La ciencia, la tecnología y la innovación son actividades cruciales y prioritarias para el país, pues inciden directamente en el crecimiento de su economía, en su desarrollo, en la inclusión social y en el mejoramiento continuo de las políticas públicas, la cultura y la vida artística.
Por todo eso resulta necesario invertir en la producción de conocimiento, para lo cual no sólo será indispensable un firme respaldo a la tarea que viene realizando el Conicet, sino que también lo será el otorgamiento de las partidas presupuestarias suficientes para alcanzar la meta propuesta.
Es de esperar que, en adelante, el desarrollo científico y tecnológico sea atendido como una política de Estado, colocada en un contexto estratégico, en el que se planifique para el corto, el mediano y el largo plazos, y no resulte ser una labor desintegrada y solitaria. La designación al frente del ministerio de un reconocido científico, que está al margen de los intereses partidarios, es una buena señal en esa dirección.