lunes, octubre 01, 2007
- VIVIR PEOR -

Vandalismo e inseguridad
Casi todos los centros urbanos del país padecen la comisión de numerosos actos vandálicos que oscilan entre las contravenciones y los delitos graves. Lo peor de esta enfermedad social generada por el abandono, la desidia, la carencia de educación, la falta de vigilancia adecuada y la irresponsabilidad es que nadie parecería preocuparse por ponerle punto final.
La destrucción o robo de elementos que forman parte del patrimonio común son partes de una realidad mucho más compleja, porque esas maniobras -por así denominarlas- resultan ser fruto de la acción de vándalos que no siempre son marginales, sino que también están adscriptos a otros grupos sociales.
Basta con recorrer las calles de cualquier barrio de la ciudad de Buenos Aires para comprobar el abuso generalizado y muchas veces destructor que se hace de los bienes y del espacio público.
La determinación de enrejar un importante número de plazas o parques porteños responde a cuestiones de seguridad, pero también a la aspiración de preservarlos de los ataques indiscriminados a los que estaban expuestos. Ni que hablar del estado de las estatuas, despojadas de cuanto tienen despojable -el sable y el catalejo del almirante Brown, por ejemplo- y del arrasamiento de las placas de bronce conmemorativas. Y el mal, que tanto puede tener raíces delictivas como ser parte de seudoexpresiones políticas, no se concentra aquí exclusivamente: hace algunos días hubo en La Plata agresiones de ese carácter, cometidas en perjuicio del Rectorado de la Universidad Nacional de esa ciudad, de la Dirección General de Educación y de la Escuela de Comercio General San Martín.

En las últimas semanas, y en un área de 16 manzanas porteñas, fueron robados 30 semáforos peatonales. Este número se suma a los más de 50 semáforos que han sido dañados o robados en lo que va de 2007, además de 10 semáforos vehiculares, 10 equipos controladores y más de 1500 metros de cable subterráneo. Según estimaciones del gobierno de la ciudad, las sustracciones representan alrededor de 250.000 pesos: un semáforo peatonal cuesta 1200; un semáforo vehicular, 1600, y un equipo controlador, 12.000 pesos. Cada mes, en toda la ciudad se roban en promedio unos 41 semáforos, 80 lámparas de 400 kilovatios, 600 metros de cable, siete columnas de alumbrado público, 50 tapas y rejas de sumideros, 335 medidores de gas y más de un centenar de bancos, juegos y distintas piezas del mobiliario.
Asimismo, en los viaductos Libertador y Carranza fueron robados los rociadores y mangueras, elementos que integran los sistemas antiincendio de ambos corredores viales. En los dos casos, a la acción delictiva y vandálica debe sumársele la inexplicable demora de las autoridades porteñas para reponer los elementos robados, exponiendo a los conductores a una situación de riesgo, inseguridad y peligrosidad que debió haberse evitado. Si bien detrás de esos robos hay una finalidad patrimonial, consistente en reducir el aluminio y revenderlo en los casos de los semáforos, comercializar el cobre que contienen los cables y vender los otros materiales, es notable el escalofriante deterioro cultural manifestado por tanto y tan grave menosprecio y la destrucción de los bienes públicos.
El concepto de vandalismo va asociado al de fenómeno urbano, de tal manera que se traduce como la agresión, generalmente en grupo, con la finalidad de producir de forma voluntaria y gratuita daños materiales. A raíz de los diferentes y numerosos hechos ocurridos en los últimos años, el vandalismo es una conducta negativa que se ha ido expandiendo y anida en el seno mismo de la población.
Estos delitos obran en detrimento de los recursos presupuestarios y tornan baldíos los aportes de los contribuyentes. Casi siempre son, fácil es comprobarlo, otra de las secuelas del estado de inseguridad que todos padecemos en menor o mayor medida, porque las autoridades responsables de prevenirlo y, cuando así es menester, reprimirlo -entre ellas, la policía y la Justicia-, sólo atinan a minimizarlo o negarlo, en lugar de preocuparse por elaborar soluciones factibles para este gravísimo problema de alcance nacional y resolverse a aplicarlas.