miércoles, octubre 24, 2007
- MÁS DEL BURÓ -

Gerundio y eficiencia
Días atrás el gobernador de Brasilia firmó un inusitado decreto por el cual queda prohibido a los empleados públicos de ese distrito usar el gerundio "como disculpa por la falta de eficiencia". Esta medida ha provocado un debate no exento de humor en el que participan funcionarios, lingüistas y, desde luego, la misma población
Según se explicó, la sorprendente veda se debe al empleo abusivo de esa forma verbal como recurso para disimular demoras en los trámites que se cursan en las oficinas de aquella gobernación. Es indudable que la sola presencia del gerundio en una respuesta al público no equivale a ineficiencia. Lo negativo es "el gerundismo", es decir el abuso del inocente gerundio para responder a los reclamos justificados con frases como "estamos estudiando el problema" o bien "nos encontramos analizando la mejor solución".
Cuando expresiones de esa clase aluden a una actividad que no es real y sirven para encubrir reiteradamente la lentitud del funcionamiento burocrático de un organismo estatal o privado, hay razones para afirmar que se ha constituido en el hábito verbal vicioso que sirve de coraza a la ineficiencia.
Por lo tanto, puede estimarse que el original decreto del gobernador de Brasilia posee la intención correcta de denunciar la disfunción administrativa. En oposición, resulta ser una medida fuera de lugar la transferencia al plano del lenguaje de la responsabilidad y bloquearla con una prohibición, de dudoso cumplimiento.
De ahí que, por una parte, un alto funcionario del mismo distrito haya estimado que el decreto estaba fuera de los límites de la legalidad y que hasta podría determinar el pedido de "un examen de salud mental del gobernador" que lo firmó, según agregó, con ironía. Por otra parte, en círculos universitarios de la capital brasileña, una lingüista calificó el hecho como fruto "de un profundo desconocimiento de la lengua portuguesa" y agregó: "Siempre que se intenta legislar sobre el idioma resulta un desastre, ya que las palabras son de quienes las usan".
En la polémica que se ha abierto, cuyo gestor definió luego a la medida como "un mensaje simpático contra la ineficacia", se dibujan otras perspectivas de interés. Entre ellas, el interrogante acerca de qué sanción merecería un empleado que cometiera el error de usar un gerundio en su trato actual con el público. Otra cuestión, tal vez no calculada y de interés educativo, sería estimar de qué manera se ha promovido el estudio del gerundio para saber reconocerlo y no emplearlo ni siquiera correctamente mientras dure la prohibición en los ámbitos oficiales. Por fin, si lo grave es la ineficiencia y el gerundismo es un cómplice menor, ¿por qué no se apuntó al quid del problema?
Tal vez, con astucia, el gobernador de Brasilia haya pensado que su decreto serviría para instalar en el ámbito social un tema, cuyo tratamiento generalizado ayude a resquebrajar el rígido sistema de ineficacia que la burocracia ha sabido desarrollar por doquier.