martes, octubre 16, 2007
- DROGAS -

Los jóvenes y las drogas
El consumo de drogas entre los jóvenes no se detiene. Al contrario, trepa a niveles alarmantes. Este año, 16.740 alumnos del último ciclo del polimodal en escuelas bonaerenses admitieron haber fumado marihuana y otros 4140 reconocieron haber consumido cocaína, según una encuesta realizada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) para la Subsecretaría de Atención de las Adicciones de la provincia de Buenos Aires.
Estas cifras, que corresponden a colegios públicos y privados, revelan que hay un aumento en el consumo de estupefacientes en jóvenes que están a punto de ingresar en la universidad. En 2005, el 15 por ciento de los alumnos dijo que había fumado marihuana; ahora, ese porcentaje subió al 18,6. Algo similar ocurre con el consumo de cocaína. En 2005, el 3,5 por ciento de los estudiantes había admitido haber aspirado esa droga; este año lo hizo el 4,6 por ciento.
El trabajo del Conicet, como muchos otros sobre la materia, demuestra que el consumo de drogas comienza más temprano cada día. Así, por ejemplo, entre los chicos que fuman marihuana, el 84,5 por ciento lo hizo por primera vez entre los 14 y los 17 años. En el caso de la cocaína, el 77,6 por ciento también lo hizo por primera vez en esas edades. En tanto, el 6,5 por ciento de los encuestados que aspiraron cocaína lo hizo por primera vez cuando tenía menos de diez años, y entre aquellos que fumaron marihuana el 2,5 por ciento la probó cuando tenía la misma edad.
Para quienes buscan instalar la cultura de la droga no existen límites materiales ni morales. Por ello, resulta imprescindible crear conciencia en los niños y los jóvenes del grave peligro en que pueden encontrarse, ya sea por ingenuidad, falta de diálogo escolar y familiar o desconocimiento y debilidad de sus padres o de una sociedad inmersa en la cultura del dinero fácil, de la tolerancia mal entendida y del placer por el placer mismo, olvidando que hay que guiarlos para que asuman, poco a poco, una libertad madura y responsable.
Cada vez más, el mundo de las drogas está al alcance de los jóvenes. Y muchos son los factores de riesgo que los tornan vulnerables, como la falta de educación y de información adecuadas sobre los efectos de los estupefacientes. También influyen negativamente la desunión de la familia y la falta de diálogo entre padres e hijos, así como los entornos sociales, los mensajes distorsivos emitidos por los medios de comunicación (sobre todo, la televisión), la deserción escolar y la falta de trabajo, entre muchos otros.
Es fundamental que los jóvenes continúen recibiendo orientación no sólo sobre el daño que causan las drogas, sino también sobre su capacidad y su derecho para rehusarse a consumirlas. Será necesario, entonces, fortalecer su autoestima, el sentido del bien común, el valor del cuerpo y el espíritu sanos para poder enfrentar con éxito los retos, problemas y riesgos que se les pueden presentar a lo largo de sus vidas.
Las consecuencias de las adicciones a las drogas y a otras sustancias legales e ilegales deben hacernos recapacitar sobre la necesidad de emprender un esfuerzo conjunto para poner de relieve su gravedad. Todos los actores de la sociedad debemos asumir nuestras responsabilidades con absoluta claridad y firmeza y el compromiso de estimular los valores que engrandecen al ser humano, no los vicios que lo degradan y dañan.
El Estado, por su parte, no puede desfallecer en la creación y la aplicación efectiva de políticas educativas de prevención para las nuevas generaciones y de salud pública para quienes ya están atrapados por la adicción, ni debe claudicar en la difícil lucha contra el narcotráfico y los barones de la droga. No se trata sólo de aplicar con rigor los criterios sanitarios, sino también de entender que, sin una prevención más efectiva, está en juego buena parte de nuestro futuro como sociedad.