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No más policías muertos


Cuando un agente de policía cae herido de muerte en su esfuerzo por defender a la sociedad y por contener el avance del delito, algo muy íntimo se quiebra en el núcleo espiritual de la comunidad civil. Es que en ese momento trágico y estremecedor cobra fuerza y se hace evidente el profundo lazo de solidaridad moral que existe entre el habitante anónimo de una ciudad y el servidor público que entrega todo lo que tiene -hasta su vida- por preservar el imperio de la armonía social y la seguridad general.

Durante el transcurso del presente año fueron asesinados 11 oficiales y suboficiales de la Policía Federal. Para advertir lo que ese número de bajas significa basta con tener en cuenta que durante todo el año anterior, según las estadísticas de esa fuerza, murieron doce policías en actos de servicio. En lo que va del año, por lo tanto, la policía ha perdido sólo una vida menos de lo que perdió en todo el transcurso de 2006.

Los especialistas en este tema vinculan este preocupante crecimiento con el aumento en el robo de automotores. El vocero de la Policía Federal, comisario mayor Daniel Rodríguez, informó que aproximadamente el 85 por ciento de los crímenes de policías federales se produjo en el conurbano. Dijo también que las víctimas mayoritarias han sido agentes que en el momento de las agresiones se encontraban fuera de servicio. "En muchos casos -afirma el oficial policial-, se trató de hombres de nuestra fuerza que trabajaban como custodios para particulares o para empresas privadas, o a los que les tocó estar presentes en el momento en que se cometía un delito".

El subsecretario de Seguridad bonaerense afirmó que la portación de las armas reglamentarias es la causa principal de las muertes de hombres y mujeres de las fuerzas de seguridad. También señala que se está trabajando para que llevar el arma fuera de las horas de servicio sea algo opcional para los agentes policiales. Todas estas afirmaciones muestran en qué medida el nivel de inseguridad sigue creciendo, aunque suela negárselo en boca de las autoridades gubernamentales.

Los mismos hombres de la policía, que son ciudadanos a los cuales el poder público les ha conferido la obligación de cuidar de los bienes y las vidas de la población, aparecen en las nutridas listas de quienes han sido aniquilados por una delincuencia que se muestra hoy con un nivel de agresividad nunca visto.

Un agente del orden era, en tiempos no tan lejanos, una figura a la cual los malvivientes solían manifestar un especial respeto, porque las consecuencias de una agresión hacia él eran reconocibles. Hoy es un hombre o una mujer que aparece, junto con muchos otros, en las listas de quienes han perdido la vida o han sufrido múltiples daños por la acción de quienes han perdido el respeto no solamente hacia los demás, sino también hacia sí mismos.

Las fuerzas del orden, frecuentemente olvidadas o vistas con indiferencia por muchos sectores de la sociedad, pagan una vez más su doloroso tributo de sangre por cumplir con su deber moral e institucional. Es hora de que la sociedad civil reaccione y haga honor al lazo profundo de solidaridad que la une con sus fuerzas policiales. Para ello es imprescindible que los efectivos de la policía sean puestos en condiciones técnicas de operatividad y eficiencia acordes con la exigencia de los tiempos actuales, a tono con lo que puede apreciarse en otros lugares del mundo.

También es necesario, como esta columna lo ha señalado en reiteradas oportunidades, llegar hasta las raíces más profundas de una sociedad que está viviendo transformaciones preocupantes y no precisamente loables desde el punto de vista del progreso social y espiritual de la Nación. Prevenir el delito y combatir las desviaciones morales desde la familia sigue siendo la opción por excelencia que todavía no ha sido ensayada y que será necesario seguir profundizando.

Más policías muertos es igual a más dolor y más desprotección ante las embestidas de una ola de criminalidad cada vez más salvaje y perversa. La sociedad en su conjunto debe cerrar filas, hoy más que nunca, para expresar su solidaridad y su apoyo moral a los oficiales y suboficiales de la policía, así como su reconocimiento conmovido a quienes continúan brindando ejemplos de heroísmo y sacrificio en su esfuerzo por preservar el orden público y la convivencia social.