sábado, septiembre 22, 2007
- PRESIDENTES -
La historia dirá
Por Félix V. Lonigro
Para LA NACION
La historia dirá que el 10 de diciembre de 2007 asumió el trigésimo noveno presidente constitucional de la Argentina; tal vez, que por primera vez una mujer fue elegida para ocupar ese cargo, y también dirá que la democracia argentina cumplía, ese día, 24 años de vida en su versión más genuina –al menos desde el punto de vista electoral–. Pero en medio de tantas malas noticias, desde el punto de vista del acatamiento a los preceptos constitucionales y en el marco de un deficiente funcionamiento institucional, el hecho de que el actual presidente, Néstor Kirchner, no haya aceptado ejercer un nuevo mandato presidencial por el período 2007/2011 es una excelente señal.
Se dirá que es porque el Presidente empieza a sentir el desgaste del ejercicio del poder, o que es una estrategia para perpetuar en el poder a un grupo familiar. No importa; sea cual fuere el motivo de la decisión, eso queda en el ámbito del análisis político. Desde el punto de vista institucional, se trata de una excelente noticia, sobre todo teniendo en cuenta que el poder desgasta y socava la base sobre la cual se sustenta la autoridad y termina hiriéndola de muerte en algún momento, con las consecuencias que ello trae aparejado en el campo de lo social, lo político y lo económico. Además, no hay registro en la historia de segundas buenas presidencias, o por lo menos de segundas presidencias mejores que las primeras.
El próximo 10 de diciembre, el actual presidente culminará el período para el cual ha sido elegido, después de haber tenido que terminar, desde el 25 de mayo de 2003 hasta el 10 de diciembre del mismo año, el que había iniciado el 10 de diciembre de 1999 Fernando de la Rúa –y que por aplicación de la ley de acefalía siguieron Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde–; único período presidencial en la Argentina en el que gobernaron cuatro presidentes, sin contar los que provisionalmente debieron hacerlo por pocas horas, como Ramón Puerta y Eduardo Caamaño.
Es por eso que la historia también dirá que, entre 2003 y 2007, por primera vez un presidente argentino legalmente habilitado para acceder a un nuevo mandato decidió resignarlo, y también señalará que ha sido uno de los cinco presidentes argentinos que ocuparon el cargo durante más de dos períodos (1999-2003 –siete meses– y 2003-2007): antes sólo lo habían hecho Julio Argentino Roca, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Carlos Saúl Menem.
El período presidencial que se inicie el próximo 10 de diciembre será el vigésimo octavo período constitucional que dé comienzo en el país desde 1854; pero éste es un dato menor frente a lo que significará un nuevo hito fortalecedor de la democracia. Y además se tratará de un día histórico y auspicioso dentro de lo institucional, que debemos aprovechar como punto de partida para comenzar a analizar seriamente, en una próxima reforma constitucional, la posibilidad de eliminar la reelección presidencial inmediata en nuestro país, aun cuando el mismísimo Alberdi, cuando iba terminando su gestión Justo José de Urquiza, le haya sugerido efectuar una modificación en la novel Constitución nacional que lo habilite para ser reelegido en 1860, por otros seis años.
En el país de los caudillos exacerbados y de las tendencias hegemónicas que se reflejan en intenciones de poder perpetuo, las reelecciones son siempre, definitivamente, una mala noticia.
El autor es profesor de Derecho Constitucional en la UBA y la UAI