miércoles, septiembre 26, 2007
- MAMBA -
El destino incierto del Mamba
En algunos aspectos, la ciudad de Buenos Aires es paradójica. Tiene una de las ofertas culturales más variadas e interesantes de América latina, razón por la cual no pocos turistas del país y del exterior se ven tentados por su siempre abarrotada cartelera. En ella están incluidos sus museos, pero lamentablemente algunos de ellos parecen condenados a la desidia y el abandono.
Es el caso del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba), aquel que tuvo su primer espacio en San Telmo y que, con el paso del tiempo, fue ocupando diversas sedes hasta ser alojado en la actualidad, también en forma provisional, en el sexto piso del Correo Central, que se encontraba desocupado. En esa condición precaria, con parte de su patrimonio en exhibición, enfrenta ahora el fantasma de un nuevo desalojo, que está previsto para el 30 de noviembre próximo. Es decir que otra vez comenzará la ronda de lugares donde ubicar las colecciones privadas de enorme valor y las obras de los últimos maestros y de los más jóvenes representantes del arte contemporáneo que componen su propiedad.
Esa situación crea gran incertidumbre en el mundo de la cultura, en particular en la Asociación de Amigos del Mamba, presidida por el empresario Cristiano Rattazzi y la coleccionista y mecenas Marion Helft. No es para menos: el gobierno porteño lleva casi una década sin decidir dónde funcionará el museo, originalmente emplazado en la avenida San Juan 350.
El Correo Central es, en el penoso derrotero del Mamba por varios espacios porteños, apenas otra sede provisional desde el momento en que el edificio será sometido próximamente a las obras del Centro Cultural del Bicentenario. La duda se cierne sobre 6000 obras de arte contemporáneo que, según la Asociación de Amigos, requieren un espacio mínimo de 600 metros cuadrados para ser preservadas y exhibidas.
La expectativa se centra en que finalicen las obras del Polo Cultural Sur, cuyo diseño le pertenece al mundialmente reconocido arquitecto argentino Emilio Ambasz (quien lo donó al museo), en la sede original de San Telmo, hoy cerrada al público. Pero como nada parece salir a pedir de boca, los trabajos allí se encuentran interrumpidos desde enero último por decisión del gobierno porteño, que, a su vez, no dio explicación alguna al respecto.
Mucho mérito ha tenido en este lento y arduo proceso la Asociación de Amigos del Mamba, que destinó 30.000 dólares para remozar e iluminar las salas del piso cedido en el Correo Central. El problema radica en que en este caso, como en tantos otros, la iniciativa privada no ha dado con el correlato oficial o, al menos, con una cuota de sensibilidad de las autoridades para valorar el esfuerzo de aquellos que sienten que un museo como el Mamba no puede sufrir una vez más este destino de paria, cuando alberga uno de los tesoros más completos de la plástica argentina contemporánea.