jueves, julio 05, 2007
- MUSEO HISTORICO NACIONAL -
Más que un robo, una afrenta
Con el robo del reloj de Manuel Belgrano que se exhibía en el Museo Histórico Nacional, ha quedado en evidencia la inseguridad imperante en el país. Tal es la primera sensación movilizada por la noticia del acto perverso que al delito en sí le sumó la pesadísima carga de la afrenta inferida a la memoria de quien fue, es y, sin duda, seguirá siendo merecedor del más absoluto y reverente de los respetos.
El lamentable hecho deja no pocos interrogantes. Todo indica que son escasas las prevenciones existentes en el Museo Histórico Nacional para proteger de toda clase de inconvenientes al invalorable e irreemplazable patrimonio allí públicamente exhibido. ¿Cómo es posible, si no, que, según lo han reconocido las propias autoridades del museo, una reliquia tan preciada no haya sido protegida?
Todo indica, a su vez, que el equipamiento de seguridad del museo no está de acuerdo con las más actualizadas tendencias museológicas o que, en caso de ser insuficiente, tampoco cuenta el museo con presupuesto suficiente para actualizarlo. ¿Dispone de personal propio y confiable para darle respaldo humano a la tarea de los equipos de seguridad? De haber deficiencias en esos aspectos, la responsabilidad recae en las autoridades de quienes depende el Museo Histórico Nacional.
No es un secreto que, salvo contadas excepciones, las instituciones museológicas de todo el país afrontan, como pueden y a fuerza de pura buena voluntad, notables estrecheces presupuestarias. Tal vez esta indignidad, cometida en perjuicio del recuerdo de uno de los próceres más venerados por los argentinos, pueda servir, por lo menos, para llamar la atención acerca de la urgente necesidad de revertir tan increíble desinterés. Sería, sin duda, otro servicio prestado por Belgrano, desde la inmortalidad, a esa Patria a la cual ofrendó su vida, su transparencia y su honradez.
Para los argentinos, Belgrano es mucho más que el oficial de Patricios heroico defensor de Buenos Aires en 1807; que el abogado de nota y periodista comprometido con la verdad; que el funcionario adelantado a su tiempo como miembro del Consulado; que el integrante de la Primera Junta de mayo de 1810; que el creador de nuestra bandera nacional o que el general en jefe vencedor en Tucumán y en Salta.
Es, por sobre todo, el ciudadano ejemplar capaz de darle todo a la Patria sin pedirle nada a cambio, a punto tal que, habiendo sido primerísima figura de nuestras emancipación e independencia, murió olvidado por sus compatriotas y en la más absoluta indigencia. Sin embargo, jamás, ni siquiera en el último suspiro, dejó de tener presente a esa Patria que, en aquel entonces, había sido tan ingrata con él y que hoy, con un hecho delictivo como el robo de su reloj, tampoco parece venerar su memoria.