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La dignidad, un valor que no muere
Opinión Editorial La Nación


La muerte de una persona supone el final de muchas cosas, pero hay valores que de ninguna manera se extinguen o desaparecen cuando el corazón deja de latir. Uno de esos valores es la dignidad. Cuando una persona muere, su dignidad la sobrevive, razón por la cual el alma y el cuerpo de las personas que dejan de existir han inspirado en todas las épocas a las comunidades humanas un respeto profundo e inalterable. Todas las civilizaciones, prácticamente sin excepción, han otorgado una elevada consideración moral al culto por los seres que han muerto.

Por todo eso, sorprende y desagrada que un noticiario de la televisión local haya puesto en pantalla, en estos días, una macabra serie de fotografías del cuerpo sin vida de Nora Dalmasso, la mujer asesinada recientemente en el barrio Villa Golf Club de la ciudad de Río Cuarto, provincia de Córdoba. Las imágenes exhibidas agregaron un nuevo agravio a los muchos que el descontrol mediático ha ido sumando en las últimas semanas en perjuicio de la víctima de este homicidio aún no esclarecido por la Justicia.

La dignidad de la persona humana debe ser protegida y respetada, como queda dicho, mucho más allá del límite final de la vida. Exhibir por televisión, con ominoso lujo de detalles, en el horario de protección al menor, el cuerpo de una mujer que ha sido asesinada es alentar la curiosidad supuestamente morbosa de un sector del público y es olvidar que una vida sobrevive, justamente, en la medida en que somos capaces de retener o recuperar su memoria en función de los rasgos perdurables o positivos de su alma y de su espiritualidad. El rictus trágico o la deformación final provocados por un golpe artero y asesino no deberían prevalecer, en ningún caso, sobre la imagen de normalidad e integridad vital que se le debe a quien fue, durante su vida, un ser humano entero y dueño de sus actos.

Es explicable, y en gran medida justificable, que la Justicia le haya ordenado al Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) que de una vez por todas comience a ejercer su poder de policía y les comunique a todos los medios informativos que deben abstenerse de reproducir imágenes del cuerpo sin vida de Nora Dalmasso, como las publicadas por el canal América TV. Es cierto que la Justicia penal tiene el deber de investigar la realidad y reconstruir los hechos hasta sus últimos detalles, pero es obvio que ésa es una misión reservada al conocimiento de los funcionarios judiciales responsables y no corresponde que sea difundida por los medios de comunicación masiva.

Como otras veces se ha dicho, la interferencia del factor mediático en el desarrollo de los procesos judiciales no debe convertirse en un pretexto para que los prejuicios o el fanatismo de las multitudes introduzcan en el derecho penal un caudal de emotividad incontrolable y condicionen o desnaturalicen en un sentido o en otro los veredictos de la Justicia.

La persona humana pierde su vida, pero no su dignidad. La dignidad sobrevive a la persona, más allá de lo que pueda o deba decidir la Justicia en el marco de los hechos que interesan al derecho penal. Porque la dignidad de los seres que viven y la dignidad de los seres que han muerto constituyen un valor esencial y único, que no admite desdoblamientos. Garantizar ese único valor es garantizar la vida humana como realidad, como razón perpetuada en el tiempo, como verdad sustancial e inalterable.