viernes, junio 08, 2007
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Televisión y valores
No pudo haber sido más oportuna anteayer, en momentos en que los contenidos de la televisión abierta son motivo de fuerte controversia, la presentación de la encuesta nacional hecha a pedido de la Mesa sobre Televisión y Valores -formada en el ámbito del Foro del Sector Social y con su auspicio-, acerca de la percepción que la población tiene sobre la calidad de los contenidos de la TV. Los resultados obtenidos demuestran contundentemente que esos materiales deberían ser objeto de serias reflexiones en diversos sectores de la vida nacional.
En efecto, la opinión pública parece haber dejado muy en claro varios puntos fundamentales: a la gente, en su mayor parte, no le gusta lo que ve en TV -algunos de los adjetivos usados son "malísima", "zarpada", "aburrida", "poco educativa", "violenta"-, y a la mayor parte de los argentinos no les gusta lo que sus hijos puedan llegar a ver en la televisión abierta y los preocupan los efectos de tales contenidos; el 72 por ciento de los entrevistados cree que la televisión tiene alta influencia en la sociedad, y el 88 opina que no ayuda a las familias y a la escuela a educar a los chicos; antes bien, deteriora la labor y los esfuerzos que puedan hacer estas instituciones.
También hay un acuerdo mayoritario acerca de las escenas que deberían evitarse pensando en la presencia de menores ante el televisor, por lo cual el 70 por ciento reclama una gestión oficial más nítida, eficaz y contundente, por entender que una parte de la responsabilidad por las emisiones está en manos del Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), que no sólo no hace respetar el horario de protección al menor, sino que ni siquiera intenta reformularlo de acuerdo con nuevos criterios.
El hecho de que exista casi unanimidad sobre estos temas entre los 1200 entrevistados por Ipsos-Mora y Araujo -la encuesta se realizó en once ciudades de todo el país, en las primeras semanas de febrero de este año- debería ser motivo más que suficiente para que todos aquellos que estamos directamente implicados en esta materia nos apliquemos a un ejercicio más transparente de nuestra responsabilidad social.
Es cierto que, en un mundo hipermediatizado como es el de nuestros días, son muy complejas las relaciones entre la naturaleza y disponibilidad de los contenidos de los múltiples medios que actúan en la sociedad y que alcanzan a casi la totalidad de la población de un modo u otro. Por ello mismo, las soluciones son igualmente complejas e involucran no sólo a productores, medios y anunciantes, sino también al Estado, a las instituciones educativas y a las familias.
Sin embargo, por complicado que resulte el problema, los resultados de encuestas como la mencionada son finalmente un diagnóstico más para señalar que es tiempo ya de comenzar a establecer criterios claros y, mucho más urgente aún, de iniciar el difícil camino de las acciones eficaces.
Esta misma semana, en el editorial "La TV abierta, escuela de mal gusto", comentábamos cómo este formidable instrumento de educación, información y entretenimiento puede convertirse en lamentable noticia y en deprimente escuela de procacidad y mal gusto, a propósito de las sucesivas emisiones del programa ShowMatch donde se mostraba a distintas parejas en la llamada "danza del caño", o de las patéticas imágenes que nos acerca a diario el "reality show" Gran Hermano . Justamente, el presidente del Foro del Sector Social, Miguel Torrado, insistió en que el hecho de difundir los datos de la encuesta busca que todos los sectores -padres, empresarios, propietarios de los canales, funcionarios del Gobierno y legisladores- estén en contacto con ellos. E hizo una observación fundamental: "Diez personas no pueden revertir lo que ya es una conducta, pero sí una comunidad".
Esto apunta, como también hemos señalado muchísimas veces desde estas columnas, a que, si bien corresponde al Comfer aplicar medidas auténticamente ejemplificadoras, debería ser la propia sociedad la que saliera al cruce de las desviaciones inaceptables de quienes no parecen reconocer límite alguno en su pretensión de encabezar las listas del rating televisivo. Suele ponerse de manifiesto la aparente contradicción que plantea que la sociedad deplore la calidad de la televisión que consume, a su vez, masivamente. Algunos sostienen que una cosa es lo que la gente hace y otra lo que dice. No es una discusión baladí; antes bien, deben profundizarse los estudios en esta materia.
Ni el Estado ni los dueños de los canales ni los anunciantes ni gran parte de la sociedad argentina están cumpliendo el papel que les corresponde, de buscar un cambio real y profundo de los contenidos televisivos, y de proteger al mismo tiempo a la franja más vulnerable de la comunidad, los niños y los jóvenes, de aquello que puede dañarla hasta límites ni siquiera imaginados.
Por eso es tan importante enfrentar con sinceridad los resultados de esta encuesta y proponerse como una tarea que éstos sean comentados más allá de los círculos directamente interesados. Cuanto más conscientes seamos de esta realidad, mejor preparados estaremos para ejercer nuestro derecho de ciudadanos a pedir por una televisión abierta buena, entretenida y educativa para todos.