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¿Qué modelo?

Superada la primera vuelta de las elecciones para designar al próximo jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y frente al ballottage, que se efectuará el 24 del actual, el presidente Néstor Kirchner inició una imprudente campaña en apoyo del candidato Daniel Filmus. No sólo le ha planteado al electorado porteño dilemas falaces, que nada tienen que ver con el motivo por el cual la ciudadanía está convocada a las urnas, sino que, temerariamente, pretende plebiscitar su gestión gubernamental con el riesgo de sufrir un desgaste absolutamente innecesario.

Apenas 24 horas después de la abultada victoria lograda por la fórmula Mauricio Macri-Gabriela Michetti en los comicios porteños, el doctor Kirchner criticó públicamente al postulante de la fuerza política Pro, a quien consideró un representante de las políticas neoliberales de los años 90, además de cuestionarlo por su apellido, en referencia a los negocios desarrollados por su padre, Franco Macri. Finalmente, invitó a los porteños a optar entre dos distintos modelos de país.

Por varios motivos, llaman poderosamente la atención las referencias del primer mandatario a los años 90 y al modelo económico implantado entonces. En primer lugar, porque los porteños no han sido convocados para pronunciarse sobre las medidas adoptadas más de una década atrás, sino para elegir un jefe de gobierno que sea capaz de resolver los numerosos problemas del presente en la ciudad. Se equivoca el Presidente si cree que, bajo el manto del pasado trágico de los años setenta y con su insistencia en discutir lo ocurrido en los 90, podrá disimular el déficit de seguridad pública del presente, del que su gobierno es en gran medida responsable.

En segundo término, porque sus comentarios resultan hipócritas. Durante la última década, fue Néstor Kirchner, por entonces mandatario de Santa Cruz, uno de los dirigentes del gobernante Partido Justicialista que más encendidos elogios hicieron del presidente Carlos Menem y de su gestión. El hoy jefe del Estado no se opuso en aquel tiempo a ninguna de las leyes más emblemáticas del "modelo" al cual hace referencia, sustentado en una reforma del Estado, en privatizaciones de empresas públicas y en la ley de convertibilidad. Muy por el contrario, fue uno de los impulsores del pase de la empresa YPF a manos privadas.

No menos sorprendentes, por provenir de quien provienen, son las alusiones al empresario Franco Macri, a quien el propio gobierno de Kirchner le otorgó el año último la explotación del ferrocarril Belgrano Cargas.

Una campaña electoral debería basarse en propuestas y anuncios de planes de gobierno, no en chicanas políticas. Mucho menos en claras falacias, tales como aquellas en las que incurrieron el primer mandatario y algunos funcionarios de primer nivel en las últimas horas. No de otra manera pueden calificarse las acusaciones lanzadas contra dirigentes macristas por haberse opuesto a votar la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final en 2003, cuando en ese año ni Macri ni los actuales diputados de Pro ocupaban bancas legislativas, o los dichos de la ministra de Economía, Felisa Miceli, preguntándose "por qué, teniendo [Macri] la concesión de la [recolección de] la basura la ciudad está tan mugrienta", cuando las empresas del grupo Macri dejaron ese negocio diez años atrás.

El Presidente y sus colaboradores se harían un gran favor a ellos mismos si dejaran de hacer lo posible para nacionalizar una elección en la que deberían discutirse, con la debida seriedad, los problemas de la ciudad de Buenos Aires y su solución en forma consensuada.

No es sensato que el primer mandatario pretenda plebiscitar su gestión en cualquier elección distrital en la que se eligen autoridades locales y no nacionales. Mucho menos, corriendo el riesgo de exponerse a una amplia derrota. Sería mucho más provechoso para el país que el doctor Kirchner concentrara sus energías en resolver los acuciantes problemas que sí están bajo su órbita y que reflexionara serenamente sobre si el modelo que él tanto pregona es, efectivamente, el de la falta de respeto a la división de poderes, el de la cada vez más menguada calidad institucional, el de la falta de transparencia en la adjudicación de contratos de obra pública, el de la vergonzosa manipulación de las estadísticas oficiales y el del alineamiento con el dictador Hugo Chávez.