viernes, junio 15, 2007
- LO SUCIO -
La otra campaña sucia
En tiempos electorales se tiene la impresión de que todo vale para intentar captar la atención de los ciudadanos. Y la campaña por la jefatura de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires no es ajena a ese fenómeno tan común en este y otros países, donde se combinan los golpes bajos, la mentira y el mal gusto.
Sin embargo, la provocación verbal no es hoy el único elemento que "ensucia" la campaña porteña. En el espacio público de la ciudad se libra una guerra propagandística a través de miles de afiches que se pegan unos sobre otros, en una desenfrenada corrida por destacar a los candidatos o atacar a los contrarios, sin reparar en el costo directo e indirecto que debe enfrentar la ciudadanía.
Al contrario de lo que puede suceder con las palabras, a estos carteles no se los lleva el viento y formarán parte del paisaje urbano aún mucho después de que se haya definido quién será el próximo jefe de gobierno de la ciudad.
Paredes, buzones, postes de luz, semáforos, bancos de plaza y hasta los más representativos monumentos son presa de una disputa que tiene al engrudo como arma principal y de la que ningún candidato prescinde. Una verdadera "campaña sucia" que ataca el derecho de los ciudadanos a gozar de un ambiente libre de contaminación visual y que no pareciera ser considerada una actitud hipócrita, o al menos irrespetuosa, por quienes prometen sin ruborizarse una ciudad más limpia.
De acuerdo con un sondeo encargado por la Asociación Civil Iniciativa Espacio Público y realizado antes de la primera vuelta electoral, la gran mayoría de los ciudadanos rechaza categóricamente este tipo de propaganda electoral, que no incluye sólo afiches sino también pintadas y pasacalles. El 81 por ciento se manifestó en contra, mientras que un 16 por ciento dijo estar de acuerdo. Más aún: el 93 por ciento expresó que esta clase de publicidad no influye en su voto, frente a un escaso 4 por ciento que señaló lo contrario.
¿Cuál es, entonces, el verdadero objetivo de tapar la ciudad con papel, engrudo y pintura? ¿Quizá brindarles a los candidatos la oportunidad de ser conocidos? Pues bien, casi el 70 por ciento señaló que no considera útiles los afiches y las pintadas como medio para conocer a los candidatos.
Numerosas normas prohíben y sancionan en la ciudad de Buenos Aires este tipo de actividades. El Código Contravencional establece sanciones para quien manche o ensucie por cualquier medio bienes de propiedad pública o privada, que van de uno a quince días de trabajos de utilidad pública o multas de entre 200 y 3000 pesos. Cuando la acción sea sobre estatuas, monumentos, templos religiosos y establecimientos educativos u hospitalarios, los montos se duplican.
El daño a los bienes públicos y privados, que en otras circunstancias sería catalogado por los políticos hoy en campaña como "vandalismo", perjudica a todos los ciudadanos, que sufren las consecuencias de la polución visual a la vez que deben pagar por la limpieza de lo que ensucian quienes disputan por el poder. Rehenes del fuego cruzado de una "guerra sucia" que, paradójicamente, intenta ser un medio para seducirlos, los habitantes de la ciudad de Buenos Aires atestiguan y sufren una vez más la extraña concepción que cierta dirigencia política parece tener acerca del respeto por las leyes y la población.