martes, junio 19, 2007
- DESAFIOS -
Por la ciudad
Más desafíos para el porteño
Curiosos nuevos desafíos complican aún más la vida cotidiana en la ciudad en un otoño atípicamente frío y neblinoso, como si no fueran suficientes el caos de tránsito, los baches, la basura, las guardias de hospitales saturadas, la deficiente atención en las oficinas públicas, las veredas sucias por excrementos de perro que los desaprensivos dueños no levantan, la inseguridad y el dinero que alcanza para comprar cada vez menos artículos en el supermercado.
Además de los problemas habituales, con los que los porteños están, mal que les pese, acostumbrados a convivir, la dinámica de la Capital ha sido alterada en las últimas semanas por fenómenos meteorológicos inusuales que tuvieron consecuencias directas -y también inusuales- sobre la actividad de la población.
Una niebla densa y persistente sobre el área metropolitana puso en jaque la movilidad de los vecinos por aire, por mar y por tierra, por lo que cientos de personas debieron cancelar todo tipo de viajes. Desde 1982 que no había tanta niebla y por tanto tiempo. Presos en la ciudad, ni siquiera pudieron disfrutar demasiado del paisaje londinense que la niebla pintó por algunos días en Buenos Aires. Es que, por la falta de visibilidad, muchos prefirieron salir a la calle lo menos posible o recorrerla a un ritmo redoblado por temor a que la delincuencia aprovechara el margen de impunidad que ofrecía el caprichoso tiempo. O para evitar, simplemente, la sensación de ahogo que genera el andar, literalmente, entre nubes a ras del suelo.
El adelanto del invierno también perjudicó seriamente, y lo sigue haciendo, la rutina de los vecinos. Desde mediados de mayo, en la Capital se registran temperaturas marcadamente bajas, con sensaciones térmicas bajo cero, que hicieron colapsar varios servicios. De pronto, los porteños se descubrieron viviendo en una ciudad con poco gas, algunos cortes de energía, falta de GNC y, a raíz de todo esto, casi sin taxis ni remises.
Hace frío afuera y dentro de las casas, porque las estufas no calientan lo suficiente; no se logró aprovechar el feriado para pasear por la falta de combustible; en el supermercado, no sólo por el frío, sino también por cuestiones económicas, escasean leche y algunos cortes de carnes.
Así, Buenos Aires pasó en pocos días de ser una urbe bondadosa, a pesar de sus habituales trastornos de tránsito, de basura, de inseguridad y de mala atención, a convertirse en una ciudad conflictiva con nuevos desafíos que complican la vida cotidiana.
Por Angeles Castro
La Nación - Opinión