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El llamado de la Iglesia

Los argentinos deberíamos, cuando menos, hacer propio el llamamiento de la Iglesia Católica a evitar la demagogia, el clientelismo, la dádiva y las presiones indebidas en las próximas elecciones. La constructiva exhortación de los obispos al término de la asamblea plenaria, en la cual renovaron su compromiso en favor del bien común, no alienta el espíritu confrontativo que se respira en los actuales tiempos electorales, sino que promueve el diálogo como el mecanismo ideal para la construcción de consensos.

En momentos en que la relación entre el gobierno nacional y la cúpula eclesiástica no atraviesa un sendero libre de controversias, el documento "Compromiso ciudadano y las próximas elecciones" contribuye a atemperar los ánimos con el aporte de una visión amplia de la realidad política y social, que no deja resquicios para dobles interpretaciones.

Los frustrados pedidos de audiencia de las autoridades de la Conferencia Episcopal Argentina con los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados de la Nación, y los cruces verbales entre el presidente Néstor Kirchner y el cardenal Jorge Bergoglio, previos a la reunión de la máxima jerarquía eclesiástica, presagiaban una declaración acorde con esa coyuntura. Sin embargo, el lenguaje de los obispos no dejó lugar a que sus exhortaciones pudieran ser interpretadas como una declaración de compromiso político de cara a las elecciones, como ocurrió en algunas provincias -Misiones, por ejemplo- donde la Iglesia, por medio de sus representantes, tuvo un papel central .

La reunión del primer mandatario con el obispo emérito de Puerto Iguazú Joaquín Piña, quien en Misiones encabezó una crítica campaña con duros ataques al kirchnerismo, puede ser interpretada como un gesto de distensión. Sin embargo, también se la puede tomar como un intento gubernamental de dividir aguas en la Iglesia, que en lugar del diálogo personal pretende mantener una relación institucional con el Gobierno.

La defensa de la vida desde el momento de la concepción y la de la familia fundada en el matrimonio entre varón y mujer son algunos de los desafíos que los argentinos debemos enfrentar según la perspectiva de los obispos.

Al reivindicar su papel de ciudadanos miembros de una sociedad política como en la que vivimos, los prelados señalaron también su reconocimiento de los pasos dados para superar la crisis en la que habíamos caído los argentinos, cuyas raíces profundas se encuentran en el individualismo y en el relativismo que distorsionan la concepción de la vida humana y de la convivencia.

Sin embargo, la recuperación de la economía no ha permitido todavía sanar las llagas de la pobreza y la iniquidad. Por eso los obispos hicieron un llamado a priorizar medidas que garanticen y aceleren la inclusión social de todos los ciudadanos. En tiempos electorales es muy grande la tentación de quienes ocupan cargos públicos de utilizar los bienes del Estado para hacer clientelismo político entre quienes más necesidades padecen. No hay que ir muy atrás para encontrar experiencias de ese tenor: en las elecciones de 2005, en el conurbano bonaerense se repartieron electrodomésticos a cambio de votos, y en Misiones, el año último, el gobierno provincial llegó hasta a entregar dinero en efectivo a cambio del apoyo a la reelección indefinida del gobernador Carlos Rovira.

Es muy acertada la exigencia episcopal de que haya una gran transparencia en las próximas elecciones, que las aleje de prácticas demagógicas y presiones indebidas, como el clientelismo, y la dádiva, "que desvirtúan su profundo significado y degradan la cultura cívica". Frente a eso, se pidió a los ciudadanos que no olviden su obligación de controlar la gestión del gobernante.

Al reafirmar la necesidad de fortalecer el federalismo y la división de poderes del Estado, "cuya autonomía real y auténtica se hace imprescindible para el ejercicio de la democracia", los obispos convocaron a poner el bien común por encima de los bienes particulares y sectoriales, algo que se afianza cuando la autoridad sanciona leyes justas y vela por su acatamiento. Con acierto, los prelados consignaron que la Argentina todavía tiene pendiente la deuda de la reconciliación, cuya ausencia queda expuesta en la fragmentación y en enfrentamientos que sufre nuestro país y que se manifiesta en impunidad, desencuentros y resentimientos.

El llamado al diálogo de la Iglesia, elemento central para reconstituir el tejido que permita la convivencia en paz de los argentinos, debe ser respaldado por toda la sociedad sin distinciones ideológicas. Sólo por medio del diálogo se podrán gestar los consensos mínimos que requiere el país para estar en condiciones de proyectar una Nación madura, capaz de sostener planes de largo aliento y alejados de la mezquindad que contamina los debates en tiempos electorales.

Editorial La Nación