martes, mayo 29, 2007
El hambre, un crimen escandaloso
El viernes último por la tarde, en la Plaza de Mayo, concluyó la marcha en demanda de que no más niños mueran de hambre en la Argentina, organizada por cuarto año consecutivo por la Fundación Pelota de Trapo.
Como las tres veces anteriores, a los 400 niños que habían partido el 7 de este mes desde Iguazú, Misiones, para llegar a la ciudad de Buenos Aires -después de recorrer Corrientes, Chaco, Formosa, Santa Fe y Buenos Aires-, se les unieron dirigentes gremiales, representantes de diversos credos, ONG y entidades defensoras de los derechos humanos, entre muchas otras personas.
Probablemente, pocos de los porteños que a esa hora se desplazaban por la ciudad advirtieron el verdadero significado de esta marcha. Tampoco parecieron advertir su presencia desde la Casa Rosada; ningún funcionario accedió a recibirlos, igual que había ocurrido en las tres ocasiones anteriores, a pesar de que los organizadores confiaban esta vez en que los chicos pudieran ser tan siquiera escuchados. Una costumbre que no por repetida deja de ser desoladora.
Los niños que llegaron el viernes a la Plaza de Mayo, entre globos multicolores y cánticos donde se repetía la consigna "El hambre es un crimen y debe ser detenido", representan a las 400 ONG reunidas en el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, creado en 1987, en una capilla de Florencio Varela, en la provincia de Buenos Aires, como una iniciativa del obispo Jorge Novak; del Hogar de la Madre Tres Veces Admirable, del padre Carlos Cajade, y del Hogar Pelota de Trapo, que dirige Alberto Morlachetti. Es decir que éste es ya un movimiento con 20 años de historia, por lo que, aunque más no fuera por su digna e ininterrumpida lucha en defensa de los que no tienen voz y sufren el peor de los flagelos, el hambre, deberían ser tenidos en cuenta por las autoridades.
Es cierto que esta manifiesta falta de interés por un problema que aqueja a casi un tercio de la población -el 45 por ciento de los niños misioneros está desnutrido y el índice de mortalidad infantil de Formosa es del 30 por mil, según la Asociación de Médicos de esa provincia, por ejemplo- no borra por eso esa realidad escandalosa. Pero tampoco logrará que los organizadores y los protagonistas de las marchas dejen de hacer oír sus reclamos.
Sin embargo, una vez más corresponde también apelar aquí a la responsabilidad de toda la sociedad argentina, porque nadie puede permanecer indiferente ante una realidad que, desgraciadamente, continúa enquistada desde hace mucho en la comunidad. La tarea debe ser encarada en primer lugar por los dirigentes políticos; por ejemplo, rescatando del olvido la ley 25.989 de régimen especial para la donación de alimentos, comidas y productos de almacén, elaborada sobre la base del sistema de ayuda humanitaria conocido en el mundo como ley del buen samaritano y cuyo artículo 9 fue lamentablemente vetado por el PEN. Los dirigentes sociales y empresarios tampoco pueden permanecer ajenos, ya que también sus posibilidades de influir para que se produzca un cambio son más directas que las del ciudadano común. Pero es vital que el resto de la ciudadanía no permanezca indiferente frente a lo que será el futuro de la Nación, sino que se comprometa y haga su aporte para que esta situación se resuelva de una vez por todas en la Argentina.
Nada, ni las internas políticas, ni las disputas de poder, ni las preocupaciones personales pueden ser pretexto suficiente para no atender el clamor de estos niños venidos de tan lejos, que nos recuerdan una y otra vez: "El hambre es un crimen y debe ser detenido".
Editorial La Nación