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domingo, marzo 04, 2007
- BAIRES EN LA MIRA -
Tres gambitos en el ajedrez del poder
En el juego del ajedrez, cuando alguien hace una movida que promete a su rival una ganancia sólo aparente porque ha preparado, por detrás de ella, una combinación ganadora, a esta iniciativa inesperada y engañosa se la llama gambito . Si el rival acepta el gambito irreflexivamente, perderá por no haber advertido a tiempo que le habían tendido una trampa.
La raíz etimológica de gambito es la voz indoeuropea kamb , que da una idea de "doblar". De kamb provienen el italiano y nuestro lunfardo gamba , que significan "pierna", el miembro que, porque se dobla, nos permite avanzar. De "gamba" vienen a su vez gambeta , el arte de engañar al rival amagando en el fútbol, y "gambito", la sorpresa que ya no se practica sobre una cancha sino sobre un tablero de ajedrez o, también, sobre el complicado escenario de la política.
De más está decir que nuestros políticos no tienen buena imagen. Pero hay en ello cierta injusticia porque, si bien han fallado más de una vez en la gestión de la cosa pública, habría que ponerles en la columna del haber que no les falta ingenio y que más de uno entre ellos ha demostrado ser, como decía Homero de Ulises, "fecundo en ardides". Es decir, fecundo en gambitos.
En este año que promete desplegar la lucha por el poder sobre el mapa electoral, los políticos vienen de darnos varios ejemplos de su ingenio porque, no bien comenzado el año electoral, ya han concebido no uno sino tres gambitos.
Scioli, Telerman...
Si un jugador acepta asumir el riesgo de un gambito, es porque trata de escapar de una situación delicada. Cuando, empujado por la derrota en Misiones, el presidente Kirchner creyó necesario sacrificar varias de sus piezas para calmar la indignación popular, uno de los gobernadores que sufrió las consecuencias de su decisión fue el bonaerense, Felipe Solá. Pero, al inducir a Solá a renunciar a la reelección, Kirchner se quedó sin su espada mayor en la principal provincia argentina, ya que Solá "medía" muy bien en ella.
Fue entonces cuando Kirchner produjo su gambito, cuando sorprendió a todos digitando al vicepresidente Scioli como candidato bonaerense. Era, por cierto, un gambito, porque si algo es seguro es que Scioli no está cerca del corazón presidencial. Es verdad que, desde el momento en que Kirchner lo castigó por sus iniciales muestras de independencia, Scioli ha procurado mostrarse como un soldado más del ejército presidencial. Ello no impide que su perfil público sea lo más opuesto que cabe imaginar al del Presidente. Afable, comunicativo, de excelente relación con diplomáticos y empresarios, Scioli parece en casi todo un Kirchner a la inversa. Para peor, no es de izquierda.
Nada indica por eso que, si mañana las circunstancias cambian, no intentará escapar de la disciplina kirchnerista. ¿No fue a su turno, acaso, menemista y duhaldista? Suponer que Scioli, si el viento de la política gira otra vez, no habrá de girar de nuevo, es una hipótesis arriesgada. Cuando aceptó la sorpresiva propuesta del Presidente, ¿no dijo un cruel observador de nuestra realidad que "cualquier colectivo lo deja bien"? Al escogerlo, pues, Kirchner jugó un gambito. El gambito Scioli .
Pero el efecto de este primer gambito fue instantáneo. Scioli, de golpe, apareció como el más que probable ganador de una pelea en la que otros como el propio Macri habían contemplado anotarse. Al escoger a alguien con quien no comulga y al retacearle además fondos a la provincia mayor en función de la inconsulta promesa del ministro-candidato Filmus a los docentes, el Presidente arriesgó, también, malquistarse con Solá, quien aún podía crearle un serio problema si separaba la fecha de las elecciones bonaerenses de la elección presidencial del 28 de octubre, privando al oficialismo del "efecto arrastre". Cuando aparecieron nuevos e inesperados fondos para los docentes bonaerenses, en todo caso este riesgo se superó.
No nos habíamos repuesto todavía de la sorpresa del gambito Scioli cuando el jefe de gobierno Jorge Telerman se zambulló en el segundo gambito al adelantar mucho más de lo que estaba previsto la elección en la Capital, cuya nueva fecha del 3 de junio nos queda a sólo noventa días de distancia. Telerman, después de haber cultivado cuidadosamente una imagen neutral en la lucha entre kirchneristas y no kirchneristas, se lanzó de lleno a la lucha por su propia reelección, irritando de un lado al Presidente y obligando del otro a Macri a deshojar de una buena vez la margarita de sus vacilaciones.
Las consecuencias del gambito Telerman no se hicieron esperar. Punteros kirchneristas excesivamente celosos fueron acusados por la ministra Cerruti nada menos que de incendiar un barrio careciente de la Capital. Así nació una agria disputa, hasta ese momento improbable, entre el kirchnerismo y el telermanismo. Pero la consecuencia más grave de la audaz decisión del jefe de gobierno fue que impidió madurar su candidatura al elegido del presidente, el ministro Filmus, quien hoy aparece más como un candidato marginal, a la manera de Bielsa en Santa Fe, que como una posibilidad promisoria.
Es posible por ello que, a medida que avance este proceso electoral el Presidente se vea tentado de soltarle la mano a Filmus y de resignarse a algo que no quiere: negociar con el propio Telerman para armar un frente antimacrista en la Capital.
...y Macri
Por un buen tiempo, Macri vaciló entre buscar un segundo puesto en la elección presidencial o un primer puesto en la elección de la Capital. La candidatura presidencial parecía ofrecerle una derrota digna y, además, la posibilidad de superar a Lavagna para convertirse en el jefe virtual de la oposición con vistas a 2011. La candidatura en la Capital parecía amenazarlo por su parte con una derrota muy costosa para su carrera política porque no ocurriría por primera vez.
Finalmente, Macri decidió su gambito: se arriesgará en la Capital. El argumento que más lo movió es que, por no ser un retórico sino un hombre práctico, el mejor medio que tiene para demostrar su valía no son las palabras sino las obras, gracias a las cuales podría resultar otra vez, como en Boca Juniors, un administrador eficiente, capaz de llenar el vacío de gestión del que adolece la mayoría de nuestros políticos.
Aparte de ofrecerle, en el caso de triunfar, una ancha avenida hacia las elecciones presidenciales de 2011, la apuesta en la Capital le brinda a Macri el premio inmediato de alinear a la oposición. Quizá convenza a Blumberg para que se presente en la provincia de Buenos Aires. Lavagna, por su parte, encontrará expedito el camino hacia la competencia presidencial. No ha habido hasta ahora negociaciones directas entre Lavagna y Macri, pero la perspectiva de ambos de formar un frente por lo menos implícito contra el kirchnerismo obligaría al Presidente a asumir personalmente su propia candidatura para evitar lo que podría convertirse, en caso contrario, en el "riesgo Cristina". Se aventaría así el mayor temor del no kirchnerismo: que el Presidente y su esposa consigan burlar el principio de la no reelección indefinida mediante el expediente del nepotismo.
Este es el fruto inmediato del gambito Macri . Un gambito que, junto con el de Kirchner-Scioli y el de Telerman, otorga a la política argentina un alto componente de creatividad, al que podría agregarse la irrupción de Elisa Carrió.
Por Mariano Grondona
La Nación
En el juego del ajedrez, cuando alguien hace una movida que promete a su rival una ganancia sólo aparente porque ha preparado, por detrás de ella, una combinación ganadora, a esta iniciativa inesperada y engañosa se la llama gambito . Si el rival acepta el gambito irreflexivamente, perderá por no haber advertido a tiempo que le habían tendido una trampa.
La raíz etimológica de gambito es la voz indoeuropea kamb , que da una idea de "doblar". De kamb provienen el italiano y nuestro lunfardo gamba , que significan "pierna", el miembro que, porque se dobla, nos permite avanzar. De "gamba" vienen a su vez gambeta , el arte de engañar al rival amagando en el fútbol, y "gambito", la sorpresa que ya no se practica sobre una cancha sino sobre un tablero de ajedrez o, también, sobre el complicado escenario de la política.
De más está decir que nuestros políticos no tienen buena imagen. Pero hay en ello cierta injusticia porque, si bien han fallado más de una vez en la gestión de la cosa pública, habría que ponerles en la columna del haber que no les falta ingenio y que más de uno entre ellos ha demostrado ser, como decía Homero de Ulises, "fecundo en ardides". Es decir, fecundo en gambitos.
En este año que promete desplegar la lucha por el poder sobre el mapa electoral, los políticos vienen de darnos varios ejemplos de su ingenio porque, no bien comenzado el año electoral, ya han concebido no uno sino tres gambitos.
Scioli, Telerman...
Si un jugador acepta asumir el riesgo de un gambito, es porque trata de escapar de una situación delicada. Cuando, empujado por la derrota en Misiones, el presidente Kirchner creyó necesario sacrificar varias de sus piezas para calmar la indignación popular, uno de los gobernadores que sufrió las consecuencias de su decisión fue el bonaerense, Felipe Solá. Pero, al inducir a Solá a renunciar a la reelección, Kirchner se quedó sin su espada mayor en la principal provincia argentina, ya que Solá "medía" muy bien en ella.
Fue entonces cuando Kirchner produjo su gambito, cuando sorprendió a todos digitando al vicepresidente Scioli como candidato bonaerense. Era, por cierto, un gambito, porque si algo es seguro es que Scioli no está cerca del corazón presidencial. Es verdad que, desde el momento en que Kirchner lo castigó por sus iniciales muestras de independencia, Scioli ha procurado mostrarse como un soldado más del ejército presidencial. Ello no impide que su perfil público sea lo más opuesto que cabe imaginar al del Presidente. Afable, comunicativo, de excelente relación con diplomáticos y empresarios, Scioli parece en casi todo un Kirchner a la inversa. Para peor, no es de izquierda.
Nada indica por eso que, si mañana las circunstancias cambian, no intentará escapar de la disciplina kirchnerista. ¿No fue a su turno, acaso, menemista y duhaldista? Suponer que Scioli, si el viento de la política gira otra vez, no habrá de girar de nuevo, es una hipótesis arriesgada. Cuando aceptó la sorpresiva propuesta del Presidente, ¿no dijo un cruel observador de nuestra realidad que "cualquier colectivo lo deja bien"? Al escogerlo, pues, Kirchner jugó un gambito. El gambito Scioli .
Pero el efecto de este primer gambito fue instantáneo. Scioli, de golpe, apareció como el más que probable ganador de una pelea en la que otros como el propio Macri habían contemplado anotarse. Al escoger a alguien con quien no comulga y al retacearle además fondos a la provincia mayor en función de la inconsulta promesa del ministro-candidato Filmus a los docentes, el Presidente arriesgó, también, malquistarse con Solá, quien aún podía crearle un serio problema si separaba la fecha de las elecciones bonaerenses de la elección presidencial del 28 de octubre, privando al oficialismo del "efecto arrastre". Cuando aparecieron nuevos e inesperados fondos para los docentes bonaerenses, en todo caso este riesgo se superó.
No nos habíamos repuesto todavía de la sorpresa del gambito Scioli cuando el jefe de gobierno Jorge Telerman se zambulló en el segundo gambito al adelantar mucho más de lo que estaba previsto la elección en la Capital, cuya nueva fecha del 3 de junio nos queda a sólo noventa días de distancia. Telerman, después de haber cultivado cuidadosamente una imagen neutral en la lucha entre kirchneristas y no kirchneristas, se lanzó de lleno a la lucha por su propia reelección, irritando de un lado al Presidente y obligando del otro a Macri a deshojar de una buena vez la margarita de sus vacilaciones.
Las consecuencias del gambito Telerman no se hicieron esperar. Punteros kirchneristas excesivamente celosos fueron acusados por la ministra Cerruti nada menos que de incendiar un barrio careciente de la Capital. Así nació una agria disputa, hasta ese momento improbable, entre el kirchnerismo y el telermanismo. Pero la consecuencia más grave de la audaz decisión del jefe de gobierno fue que impidió madurar su candidatura al elegido del presidente, el ministro Filmus, quien hoy aparece más como un candidato marginal, a la manera de Bielsa en Santa Fe, que como una posibilidad promisoria.
Es posible por ello que, a medida que avance este proceso electoral el Presidente se vea tentado de soltarle la mano a Filmus y de resignarse a algo que no quiere: negociar con el propio Telerman para armar un frente antimacrista en la Capital.
...y Macri
Por un buen tiempo, Macri vaciló entre buscar un segundo puesto en la elección presidencial o un primer puesto en la elección de la Capital. La candidatura presidencial parecía ofrecerle una derrota digna y, además, la posibilidad de superar a Lavagna para convertirse en el jefe virtual de la oposición con vistas a 2011. La candidatura en la Capital parecía amenazarlo por su parte con una derrota muy costosa para su carrera política porque no ocurriría por primera vez.
Finalmente, Macri decidió su gambito: se arriesgará en la Capital. El argumento que más lo movió es que, por no ser un retórico sino un hombre práctico, el mejor medio que tiene para demostrar su valía no son las palabras sino las obras, gracias a las cuales podría resultar otra vez, como en Boca Juniors, un administrador eficiente, capaz de llenar el vacío de gestión del que adolece la mayoría de nuestros políticos.
Aparte de ofrecerle, en el caso de triunfar, una ancha avenida hacia las elecciones presidenciales de 2011, la apuesta en la Capital le brinda a Macri el premio inmediato de alinear a la oposición. Quizá convenza a Blumberg para que se presente en la provincia de Buenos Aires. Lavagna, por su parte, encontrará expedito el camino hacia la competencia presidencial. No ha habido hasta ahora negociaciones directas entre Lavagna y Macri, pero la perspectiva de ambos de formar un frente por lo menos implícito contra el kirchnerismo obligaría al Presidente a asumir personalmente su propia candidatura para evitar lo que podría convertirse, en caso contrario, en el "riesgo Cristina". Se aventaría así el mayor temor del no kirchnerismo: que el Presidente y su esposa consigan burlar el principio de la no reelección indefinida mediante el expediente del nepotismo.
Este es el fruto inmediato del gambito Macri . Un gambito que, junto con el de Kirchner-Scioli y el de Telerman, otorga a la política argentina un alto componente de creatividad, al que podría agregarse la irrupción de Elisa Carrió.
Por Mariano Grondona
La Nación
