viernes, marzo 30, 2007
- AGUAS TURBIAS -
Alguien miente
La nueva y grave acusación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires acerca del taponamiento intencional de los desagües urbanos, cometido con el torcido propósito político de desacreditarlo, ha provocado estupor en la opinión pública.
No ha sido éste el primer episodio por el estilo. Hace muy poco tiempo, la ministra porteña de Derechos Humanos y Sociales, Gabriela Cerruti, había denunciado que el incendio del asentamiento El Cartón, en Villa Soldati, que destruyó las precarias viviendas de 400 familias, también habría obedecido a la misma finalidad.
A pesar de que las autoridades porteñas alegan tener pruebas de cuanto afirman, los imputados, sectores partidistas que responderían a la conducción del jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, Alberto Fernández, desmintieron rotundamente ambas especies.
Alguien, pues, falta a la verdad en este entuerto vinculable con la próxima instancia electoral porteña, respecto de la cual los candidatos se han mostrado proclives a resaltar los supuestos defectos de sus futuros adversarios, en lugar de priorizar la información sobre sus proyectos y planes de gobierno para solucionar los graves problemas de inseguridad, suciedad, falta de espacios verdes, que preocupan a los habitantes de Buenos Aires.
En realidad, desde hace muchos años, cada vez más vastas zonas de la ciudad tienen acentuada tendencia a inundarse por causa de las lluvias, incluso si se trata de precipitaciones de mediana intensidad. Inciden en ese inconveniente, tan molesto y perjudicial, el aumento de la intensidad de las precipitaciones, la insuficiencia de los ya antiguos sistemas de desagote, el retraso o postergación de algunas de las obras públicas imprescindibles para compensar ese déficit y la disminución de la capacidad de escurrimiento, causada por la progresiva pavimentación de las superficies urbanas. A eso se suman los taponamientos "naturales" de los desagües y bocas de tormenta, ocluidos por la basura que por las calles quedan como resultado de la desidia vecinal y las deficiencias de los servicios de limpieza y recolección de desperdicios. No haría falta, pues, que unos saboteadores preelectorales se movilizaran en ese perverso sentido.
Así y todo, las denuncias ameritarían una investigación a fondo, por el sencillo hecho de que alguien, de una u otra parte, ha mentido, para sacar ventaja de ello, y su bajeza tendría que ser puesta en evidencia.
Nadie en su sano juicio puede admitir que con el bajo propósito de obtener réditos políticos se propalen falsas denuncias o se incurra en la indignidad de propiciar anegamientos que sólo afectan a la población, que es absolutamente ajena a esa pugna electoral.