viernes, febrero 23, 2007
- ELECCIONES -
Una oposición a medida
Néstor Kirchner ni siquiera esperó a que Mauricio Macri terminara de deshojar la margarita y confirmase su probable postulación a jefe de gobierno porteño. Lo tildó de "miedoso", lo acusó de "jugar a la ruleta rusa" con las candidaturas y de ser un representante de la "derecha farandulística".
El Presidente quiere una oposición a la medida de sus necesidades. Y su mensaje a Macri fue una advertencia. Si el dirigente de Pro se postula, finalmente, para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, lo aguarda el escarnio permanente desde el kirchnerismo. Si, en cambio, es candidato presidencial, hasta es probable que goce de la simpatía de la Casa Rosada.
La razón es simple: desde hace varios meses, los principales estrategos del gobierno nacional se regocijan con la posibilidad de que Macri, Roberto Lavagna y Elisa Carrió se dividan los votos opositores en los comicios presidenciales. La opción del titular de Boca por la jefatura porteña modificaría esos planes.
Desde la propia sede presidencial se ayudó a impulsar en los últimos tiempos la hipótesis de que si Macri fuera derrotado otra vez en la Capital Federal -en 2003 cayó ante Aníbal Ibarra en el ballottage- su carrera política estaría acabada. Por eso -decían- su mejor alternativa sería presentarse como candidato presidencial, con la esperanza de salir segundo y situarse como el principal referente de la oposición con vistas a 2011.
Es, por cierto, una hipótesis interesada, con pocos argumentos atendibles y muchos otros totalmente falaces.
En primer lugar, ningún postulante presidencial que obtiene el segundo puesto tiene asegurado un lugar de privilegio dentro de la oposición para el próximo turno electoral. Cabe recordar que ni Eduardo Angeloz ni José Octavio Bordón se convirtieron en líderes de la oposición después de sus dignas derrotas ante Carlos Menem. Y si Eduardo Duhalde llegó a la presidencia después de perder ante Fernando de la Rúa fue como producto de circunstancias excepcionales.
Por otro lado, no es seguro que Macri no tendrá nada que hacer en la política argentina si, por segunda vez consecutiva, no pudiera acceder al Poder Ejecutivo porteño. Basta mirar el caso de José Manuel de la Sota: se cansó de perder elecciones ante la UCR en Córdoba y hoy gobierna la provincia. En todo caso, habrá que ver de qué modo pierde Macri en una eventual segunda vuelta ante Telerman o Filmus para después evaluar su futuro. Si es que pierde.
Si, por el contrario, Macri obtiene el favor de la mayoría de los porteños, tendrá la mejor plataforma de lanzamiento para una postulación presidencial cuatro años después.
No todos en Pro piensan igual. No pocos dirigentes, encabezados por varios de los actuales diputados nacionales de esa fuerza, lamentarían que Macri se postulara en la ciudad. Ven dificultades para que su bloque de legisladores crezca sin la presencia de su líder en una boleta nacional.
Entre todas las conjeturas, detrás del rompecabezas de la oposición subsiste un viejo problema: la dependencia de una figura política. Un inconveniente que excede la responsabilidad de sus dirigentes. La desintegración del sistema de partidos y la consecuente tendencia del electorado a votar por hombres antes que por programas es un fenómeno que los supera.
Por Fernando Laborda
La Nación