jueves, febrero 22, 2007
- CIRCO CRIOLLO -
Aunque muchos maliciaban desde un principio que el slogan de este gobierno, “un país en serio”, era en realidad una chanza, ha sido a partir de un hecho reciente que aquella sospecha quedó probada. Por lo que hoy puede decirse, sin un átomo de duda, que no se trataba más que de una chirigota debida al ingenio de los que hoy ocupan la Rosada, acaso encaminada a corregir el ánimo depresivo y melancólico que caracteriza a los nativos.
Porque es cierto que había terreno bien sembrado para el desconcierto con el anuncio, primero, de un tren bala y luego de otro más, con los que se va a unir BiEi con Rosario y Mar del Plata en menos tiempo del que tardan en flotar los paraguayos en un mate mal cebado; lo había también con ese episodio de la roja que le sacaron a la titular del Indec por un quítame de aquí unas décimas, a partir de lo cual, aquellos que confiaban en los índices como en su sacrosanta madre hoy los miran con la desconfianza que inspira una supuesta señorita de piernas peludas y manos como cuadriles; la idea de la chacota surgió igualmente cuando se hizo público lo de ese amnésico desaparecido y reaparecido en menos que canta un gallo, como si se hubiera tratado de un truco de Fu Man Chu, y también con lo de la piedra movediza de Tandil, que habrá de ser reemplazada por una inmóvil pelota de argamasa que costará medio millón de pesos.
Pero aún faltaba algo para confirmarlo. Y eso ocurrió hace unos días, cuando el secretario de Comercio se presentó bien tempranito en el Mercado Central con un solo propósito: apretar a los puesteros que venden lechuga, dándole lo mismo que se tratara de la mantecosa o la criolla, la morada o la crespa, la arrepollada o la francesa. Lo único que le interesaba era que llegara a los minoristas y, por ende, a los consumidores, a precios compatibles con la inflación autorizada para febrero. Por lo que resultó inútil que le advirtieran que la lechuga tenía la rara cualidad de subir o bajar según las entradas del día, y que cuando sube, los consumidores la compran si quieren y si no dejan que se les pudra a los verduleros y compran, por ejemplo, rúcula, que está baratísima, o radicheta (que resulta magnífica con ajo picado, salvo que el hombre esté noviando), o se las arreglan igual acompañando las milanesas con un par de papas hervidas.
Sin embargo, y confirmando que no se trataba sino de una chanza (ordenada tal vez por el mismísimo Presidente, que se habrá reído con esa ocurrencia salvo que ese mismo día haya recibido el resumen de la tarjeta que comparte con su esposa), el licenciado Moreno insistió hasta salirse con la suya. Lo que ha instalado en el Mercado, ignorante del sentido lúdico del Gobierno, el temor de que mañana le vaya a pasar lo mismo con los repollitos de Bruselas, el zapallo coreano o el tomate perita. Pero no, el próximo objetivo destinado, como los otros, a causar hilaridad entre la gente, es el Once, donde cualquier día de éstos, se dice, desembarcará el señor Moreno para hacer bajar los precios de los slips y de las musculosas, por su alta ponderación en el índice. “Bueno –dijo el reo de la cortada de San Ignacio–, pero no por eso tienen que cambiar el slogan. Bastaría con que ahora dijera: «el país es serio, los que gobiernan no tanto»”.
Por Daniel Della Costa
Para LA NACION