martes, febrero 27, 2007
- CLAVES AMERICANAS -
MIAMI.- Mientras los senadores Hillary Clinton y Barak Obama compiten por demostrar cuál de los dos es más famoso, otro aspirante a la nominación presidencial del Partido Demócrata -el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson- recorre el país día y noche con el mensaje de que tiene la mejor hoja de vida y el mejor plan de política exterior.
Richardson, el único hispano entre los principales contendientes demócratas, tiene efectivamente una trayectoria impresionante: fue recientemente reelegido para un segundo período como gobernador de Nuevo México con el 69% de los votos y fue secretario de Energía de los Estados Unidos, embajador ante las Naciones Unidas y congresista.
Cuando le pregunté qué le hace pensar que puede competir con las superestrellas políticas Clinton y Obama, Richardson me respondió, "Yo he sido puesto a prueba: tengo experiencia en política exterior, tengo experiencia en energía, he estado en la cancha y he sido exitoso".
Richardson exige un "nuevo realismo" en política exterior norteamericana, que reemplace las "ilusiones unilateralistas" del presidente Bush. Según me explicó, "eso significa diplomacia primero, antes de guerras preventivas y acciones militares".
Los Estados Unidos deberían restaurar sus alianzas y recuperar su reputación mundial como un país que respeta el derecho internacional, los derechos humanos y las libertades civiles, señaló. Para lograrlo, Washington debería, entre otras cosas, ofrecer reducciones de deudas al Tercer Mundo, firmar el Protocolo de Kyoto y adherirse a la Corte Internacional Criminal, agregó.
Estados Unidos también necesita prestarles más atención a las amenazas que han sido pasadas por alto debido a "la obsesión con Irak", como la posibilidad de que los terroristas obtengan materiales nucleares. Esto requiere construir coaliciones antiterroristas más fuertes, señaló.
"Símbolo de intolerancia"
Richardson, que habla buen español -su madre es mexicana- dijo que, de ser elegido, le prestará "más atención a América latina y el Caribe que ningún otro presidente en el pasado". Propuso deshacerse del "ridículo" muro fronterizo y lanzar un programa semejante a la Alianza por el Progreso, del presidente John F. Kennedy en los 60, con énfasis en la iniciativa empresarial, la educación y la energía renovable.
"El muro fronterizo es un símbolo terrible de división, un símbolo de intolerancia", dijo Richardson. "Lo que se necesita es una vía sensata a la legalización de 12 millones de trabajadores indocumentados en Estados Unidos, sumado a medidas de seguridad realistas."
Sobre los acuerdos de libre comercio pendientes con Perú y Colombia, Richardson dijo: "Yo soy pro libre comercio. Pero creo que los tratados de libre comercio tienen que tener mayores obligaciones en tres áreas: disparidad de salarios, protección laboral y protección ambiental". Sobre los tratos pendientes, dijo que los apoyará si cumplen estos requisitos.
Sobre Cuba, Richardson dijo que apoya la flexibilización de las restricciones de Washington a los viajes y remesas a la isla, pero no está de acuerdo en levantar el embargo norteamericano a la isla, a menos que hubiera una apertura política allí.
"Tiene que haber acciones recíprocas del gobierno cubano", dijo Richardson. "Pienso que Raúl Castro ha hecho ruidos de querer mejorar la relación. La primera cosa que él debería hacer es liberar a los prisioneros políticos. Si él hace eso, tú entras en una negociación."
Mi opinión: me inquieta la postura de Richardson sobre los tratados de libre comercio. Obviamente, su postura al respecto intenta ganar el aplauso de los grandes sindicatos norteamericanos, que están más interesados en proteger a sus miembros de la competencia extranjera que en velar por los intereses de los consumidores de Estados Unidos.
Pero me gusta la hoja de vida de Richardson: pocos han tenido su experiencia ejecutiva, diplomática y legislativa. Y también me gusta su compromiso con América latina. A diferencia de Clinton y Obama, que tratarán de ganar votos hispanos afirmando ser amigos de la región, Richardson tiene un historial que lo prueba. El candidato hispano está en una carrera cuesta arriba, pero si por algún golpe de suerte o talento llegara a ganar la presidencia, podría ser un puente de culturas dentro de Estados Unidos y entre las Américas.
Por Andrés Oppenheimer