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viernes, diciembre 01, 2006
- REFORMA IMPOSITIVA -
La necesaria reforma impositiva
La Argentina vive una situación única en el plano fiscal. El crecimiento económico sostenido y la recuperación del consumo han contribuido a incrementar la recaudación de impuestos de manera constante, tanto en la Nación como en las provincias, permitiéndole al sector público contar con recursos extraordinarios y acumular un importante superávit. Pero este escenario ha llevado también al Estado a elevar de manera importante el nivel del gasto.
La favorable circunstancia que atraviesa el sector público habilita a plantear que tal vez haya llegado la hora de encarar una reforma impositiva integral. La estructura tributaria se ha vuelto muy distorsiva y la presión real sobre quienes pagan impuestos es cada día más elevada. Según un reciente estudio de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), la presión impositiva es la más alta de toda la historia argentina, lo cual quita incentivo a la inversión y afecta en forma negativa las posibilidades de crecimiento de largo plazo.
Habría que terminar con la superposición de impuestos distorsivos que abundan en los niveles nacional, provincial y municipal. Sobran los ejemplos, pero basta sólo con mencionar el impacto negativo del impuesto a los ingresos brutos, algunos gravámenes comunales -como el aplicado a la compraventa de inmuebles en la ciudad de Buenos Aires, cuyo gobierno pretende modificar para ampliarlo a cualquier operación mayor que los 200.000 pesos en lugar de los 600.000 actuales, cuando se trata de vivienda única-, las retenciones a las exportaciones o el impuesto al cheque.
El acoso fiscal llega también de la mano de la no adecuación a la nueva realidad económica del país tras la devaluación de 2002 de los mínimos no imponibles de los impuestos a los bienes personales y a las ganancias, y del mantenimiento de una alícuota elevada en el IVA, altamente perjudicial para los sectores de menores ingresos.
Sin recursos, el Estado no puede cumplir sus funciones. Por eso es muy positivo que la recaudación sea una preocupación prioritaria junto con la educación, la salud y la justicia. Sin embargo, también es importante que los esfuerzos no se diluyan en cuestiones secundarias, sino que se concentren en generar un sistema impositivo racional y equitativo junto con una administración tributaria transparente y respetada.
Una simplificación del sistema impositivo daría un fuerte empujón al crecimiento económico, a la creación de empresas y empleo, a la lucha contra la evasión y a la movilidad social. La evasión y la elusión se nutren de impuestos altos porque se vuelve un gran negocio, y porque las leyes tributarias se llenan de tratamientos especiales para volverlos más tolerables. Esas franquicias son hábilmente utilizadas por los contribuyentes y hacen más difícil la fiscalización.
Un trabajo del Banco Mundial y la consultora PricewaterhouseCoopers determinó que los sistemas impositivos complejos reducen las ganancias de los gobiernos y dificultan la determinación de la verdadera carga impositiva que tributan las empresas. El informe, denominado "Pagar impuestos. La fotografía global", concluye que la reducción de la carga fiscal de las empresas no sólo aumenta la competitividad de las compañías, sino que produce un crecimiento económico mayor en los países donde se aplica.
Irlanda, Noruega, Suecia y Dinamarca tomaron medidas radicales para recortar impuestos y reorganizar su sistema fiscal, con el objetivo de atraer capitales del exterior. Irlanda, por ejemplo, bajó de manera progresiva su impuesto a las ganancias del 40 por ciento en 1993 al 12,5 actual, un estímulo que permitió la convergencia económica del país con la Unión Europea en nivel de riqueza. Egipto lideró el camino al eliminar 3000 exenciones impositivas y aplicar una tasa de 20 por ciento en Ganancias en forma generalizada para reemplazar tasas de 32 y 40 por ciento. Como resultado de ello, dos millones más de egipcios pagaron impuestos en 2005, duplicando el número de nuevos contribuyentes registrados en 2004.
La recaudación de impuestos corporativos aumentó en el 80 por ciento de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en parte gracias a un sistema de pago más simple y digitalizado.
En definitiva, la simplificación del esquema tributario apunta a contar con un número reducido de impuestos que haga consistente la lógica de eficiencia en el sistema impositivo, apunte a una mayor equidad, facilite la vida a los ciudadanos que pagan los impuestos y a los organismos que deben recaudar.
Editorial La Nación
La Argentina vive una situación única en el plano fiscal. El crecimiento económico sostenido y la recuperación del consumo han contribuido a incrementar la recaudación de impuestos de manera constante, tanto en la Nación como en las provincias, permitiéndole al sector público contar con recursos extraordinarios y acumular un importante superávit. Pero este escenario ha llevado también al Estado a elevar de manera importante el nivel del gasto.
La favorable circunstancia que atraviesa el sector público habilita a plantear que tal vez haya llegado la hora de encarar una reforma impositiva integral. La estructura tributaria se ha vuelto muy distorsiva y la presión real sobre quienes pagan impuestos es cada día más elevada. Según un reciente estudio de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), la presión impositiva es la más alta de toda la historia argentina, lo cual quita incentivo a la inversión y afecta en forma negativa las posibilidades de crecimiento de largo plazo.
Habría que terminar con la superposición de impuestos distorsivos que abundan en los niveles nacional, provincial y municipal. Sobran los ejemplos, pero basta sólo con mencionar el impacto negativo del impuesto a los ingresos brutos, algunos gravámenes comunales -como el aplicado a la compraventa de inmuebles en la ciudad de Buenos Aires, cuyo gobierno pretende modificar para ampliarlo a cualquier operación mayor que los 200.000 pesos en lugar de los 600.000 actuales, cuando se trata de vivienda única-, las retenciones a las exportaciones o el impuesto al cheque.
El acoso fiscal llega también de la mano de la no adecuación a la nueva realidad económica del país tras la devaluación de 2002 de los mínimos no imponibles de los impuestos a los bienes personales y a las ganancias, y del mantenimiento de una alícuota elevada en el IVA, altamente perjudicial para los sectores de menores ingresos.
Sin recursos, el Estado no puede cumplir sus funciones. Por eso es muy positivo que la recaudación sea una preocupación prioritaria junto con la educación, la salud y la justicia. Sin embargo, también es importante que los esfuerzos no se diluyan en cuestiones secundarias, sino que se concentren en generar un sistema impositivo racional y equitativo junto con una administración tributaria transparente y respetada.
Una simplificación del sistema impositivo daría un fuerte empujón al crecimiento económico, a la creación de empresas y empleo, a la lucha contra la evasión y a la movilidad social. La evasión y la elusión se nutren de impuestos altos porque se vuelve un gran negocio, y porque las leyes tributarias se llenan de tratamientos especiales para volverlos más tolerables. Esas franquicias son hábilmente utilizadas por los contribuyentes y hacen más difícil la fiscalización.
Un trabajo del Banco Mundial y la consultora PricewaterhouseCoopers determinó que los sistemas impositivos complejos reducen las ganancias de los gobiernos y dificultan la determinación de la verdadera carga impositiva que tributan las empresas. El informe, denominado "Pagar impuestos. La fotografía global", concluye que la reducción de la carga fiscal de las empresas no sólo aumenta la competitividad de las compañías, sino que produce un crecimiento económico mayor en los países donde se aplica.
Irlanda, Noruega, Suecia y Dinamarca tomaron medidas radicales para recortar impuestos y reorganizar su sistema fiscal, con el objetivo de atraer capitales del exterior. Irlanda, por ejemplo, bajó de manera progresiva su impuesto a las ganancias del 40 por ciento en 1993 al 12,5 actual, un estímulo que permitió la convergencia económica del país con la Unión Europea en nivel de riqueza. Egipto lideró el camino al eliminar 3000 exenciones impositivas y aplicar una tasa de 20 por ciento en Ganancias en forma generalizada para reemplazar tasas de 32 y 40 por ciento. Como resultado de ello, dos millones más de egipcios pagaron impuestos en 2005, duplicando el número de nuevos contribuyentes registrados en 2004.
La recaudación de impuestos corporativos aumentó en el 80 por ciento de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en parte gracias a un sistema de pago más simple y digitalizado.
En definitiva, la simplificación del esquema tributario apunta a contar con un número reducido de impuestos que haga consistente la lógica de eficiencia en el sistema impositivo, apunte a una mayor equidad, facilite la vida a los ciudadanos que pagan los impuestos y a los organismos que deben recaudar.
Editorial La Nación
