lunes, noviembre 06, 2006
- DON JORGE LUIS -
Cuando Jorge Luis Borges se casó con María Kodama, encontró algo más que su legítima esposa. Encontró también, en todo caso, la administradora férrea de un legado universal como es la propiedad de todos los derechos de autor que protegen su obra literaria.
Su condición indiscutible de heredera universal le permitió regentear con sagacidad y celo durante más de 20 años esta tarea llena de matices y -¿por qué no?- de dificultades.
Con inimitable perseverancia controló cada acto en que se recordaba al entrañable poeta, protegió cada traducción que se hizo de la obra así como también cada una de las reediciones de sus obras completas efectuadas en 1993 y 1999 en Francia. Participó y acompañó en todo sentido las exposiciones en las que se evocó al hombre de letras en grandes capitales del mundo.
Es decir, que esta actitud rigurosa y tenaz le permitió cerrar cualquier posibilidad de distorsión en la calidad de lo que se imprimía, y proteger el patrimonio cultural con leal interés de viuda responsable.
Cabe reconocer a esta altura que no fueron pocos los reclamos que se hicieron al respecto al exagerado celo con que cumplió esta tarea, que tiene tanto de patrimonial como de espiritual. La editorial francesa Gallimard, reconocida internacionalmente por ser responsable de editar, entre otras grandes obras literarias, las de Kafka, Cervantes o Montaigne, a través de su nobilísimo sello La Pléiade, resolvió efectuar una nueva edición crítica de la totalidad de la obra de Borges en lengua francesa, teniendo en cuenta lo agotado de las ediciones anteriores, así como la demanda existente.
Un sorpresivo veto de María Kodama al tratar de presentarse el segundo volumen de la reedición a punto de aparecer llevó a los responsables de la editorial a reclamar no sólo por las millonarias pérdidas que esta actitud significaba, sino por el costo que implica impedir la difusión y expansión de la literatura borgiana ante un mercado de lectores voraces.
En este marco, la crónica europea asegura que una verdadera contienda legal, a la cual era tan distante el poeta, se encuentra en gestación. Pero advierte que, en realidad, no sería nada más que un debate de situaciones personalísimas que enfrentarían a María Kodama con el poeta Jean-Pierre Bernès, con quien Borges mantuvo largas charlas durante los últimos meses vividos en Ginebra, y que fueron grabadas en infinidad de cintas que se encuentran en poder de aquél, que no desea entregárselas a la viuda ni negociar con ella sobre derechos patrimoniales. Cabe aclarar que Jean-Pierre Bernès, dadas sus condiciones profesionales, fue el supervisor general de este proyecto francés conducido por Gallimard. Estas reediciones son tan valiosas que no existe absolutamente ninguna disputa privada que justifique tamaño castigo para evitar el ingreso de los lectores en el excepcional mundo de Borges.
Todos deberán evitar que se conviertan en premonitorias las palabras del gran escritor, estampadas en su biografía de Tadeo Isidoro Cruz: "Los actos son nuestros símbolos", los superiores deseos e ideales de Jorge Luis Borges, a raíz de exageradas actitudes que empañen y oscurezcan años y años de fecunda labor.
El destino ha exigido muchas veces de herederos legítimos de un patrimonio renunciamientos -y humildad en alto grado, claro- para poder ser leales en todo sentido a una obra y a una memoria que todos están obligados a preservar y difundir.